Manuel González, soldado segorbino de la quinta del 53, se había lesionado la pierna y permanecía a unos metros del hospital de campaña de la base militar en Llucalary (Menorca) cuando escuchó una fuerte explosión, que «aún parece que esté sonando en mi cabeza», relata. «Minutos después comenzaron a llegar heridos y entre ellos un compañero segorbino José Gil Esteban, que horas después fallecía», explica Manuel.
José Llop Alairach, otro de la veintena de soldados de Segorbe en servicio militar en Menorca, había fallecido ya en el acto cuando «al elevar una carga de pólvora desde los puestos inferiores a la cámara de tiro mediante un atacador hidráulico, se produjo un desgarro en alguno de los saquetes de pólvora negra y la nube de fuego y gases produjo una dantesca llamarada que lo cubrió todo».
El resultado de esta tragedia fue 18 soldados muertos, que tras el desgarrado dolor producido en familiares y amigos no han pasado al olvido de los que vivieron de primera mano tanto el accidente como el posterior multitudinario entierro. Un diario de Mahón recogía en sus páginas «en la plaza del Ejército se formó la comitiva en la que figuraban el clero con cruz alzada y presidiendo el ministro del Ejército, el general Muñoz Grandes... Cerraba el cortejo la banda de música del Regimiento de Infantería y todo el vecindario de Mahón que presenció el desfile de la comitiva en la que formaban más de 2.000 personas». El «Carrero», una quinta más joven pero amigo personal de los fallecidos, estuvo este mismo año en la isla de Menorca y revivió la tragedia de sus paisanos, «estuve muy cerca de la antigua base militar, allí ya no queda nada».
Fuente: "Levante de Castellón"
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